Diferencias entre mostrar y contar. Miles y variadas. Muchos autores piensan que solo hay que mostrar, pero solo consiguen contar. Y a la inversa, que haberlos haylos. En realidad, hay que mostrar y contar. Debes saber hacer las dos cosas y elegir el momento oportuno para cada una de ellas.
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Mostrar o contar, he ahí la cuestión
Mostrar y contar son las dos caras de una misma moneda. Y es tan importante saber contar como saber mostrar. No existe una supremacía en este sentido.
Cuánta más técnica tengas en ambos sentidos, mejor sabrás escribir. Así que primero me voy a centrar en qué es mostrar o contar y cómo hacerlo de la mejor manera posible; luego, veremos algunos ejemplos; más tarde, cómo elegir el momento ideal para una u otra técnica; a continuación, los errores más comunes y, por último, algunos recursos que te ayudarán a ver que no es tan complicado. O sí, a saber.
Como ves, tenemos mucho que hacer. Vamos allá.
Mostrar para vivir
Qué es mostrar. En literatura mostramos cuando queremos hacer partícipe al lector de aquello que exponemos, queremos que sea él quién juzgue esos hechos o a ese personaje. Y el lector, generalmente, adora que le muestren porque se siente libre, no encorsetado en algo que ya le han impuesto.
Para saber cómo hacerlo, primero vamos a ver cómo se hace. Generalmente, tiene que ver con los personajes, son ellos los que con su voz, acciones, gestos o pensamientos muestran aquello que, tal vez, contándolo solo se necesitaría una par de líneas, pero que el lector no lo viviría igual.
El hecho de mostrar hace que el lector pueda vivir las escenas en su cabeza de una manera vivida, como si estuviera en una película dirigida por él, en la que tiene la libertad de jugar con sus gustos y apetencias.
Es la manera de activar sus sentidos, aunque estos también participan cuando cuentas, no lo olvides, lo que pasa es que no de una forma tan directa o forzada, según cómo se mire.
Así que cuando quieres que de verdad el lector viva lo que le estás contando, crearas escenas que muestren y no cuenten.

Contar para entender
Y, como ya he dicho, contar es esencial. La obsesión de algunos por mostrar sin tiento, los lleva a plagar sus novelas de escenas sin narración que las una. El hilo conductor que supone contar es fundamental para unir significados en una novela, que solo mostrando no conseguirías hacerlo.
Por ejemplo, en un documental, mostrar serían las imágenes, los sonidos y las entrevistas que se han grabado; y contar sería la voz en off que le da argumento a lo que se cuenta. En un buen documental, aunque hay mil corrientes, es importante que la voz en off no sea una constante, sino que se haya planificado tan bien la grabación de los brutos, que luego se pueden ir uniendo sin apenas tener que ensamblarlos con la voz del narrador.
Es un buen ejemplo, aunque la diferencia con una novela es que en ella el narrador lo hace todo: cuenta y muestra. Construye las escenas y al mismo tiempo resume, construye, analiza y ensambla. Además de un sin fin de funciones sin las que una novela no sería un todo redondo.
Además, en una novela puede haber más narradores, no solo uno. Así que más variables que usar para que el conjunto comunique absolutamente todo, tal y como lo tienes en la cabeza.
Casos prácticos
Lo primero que necesitas para mostrar es saber qué quieres mostrar. Obvio, pero no tanto. Requiere de una estrategia medida para que los pasos de los personajes hablen por sí solos, para que el autor no tenga la necesidad de poner el nombre exacto a eso que está pasando.
No cabe duda que es mucho mejor decir:
«Ana daba vueltas por la casa buscando una solución. Llamó a su madre, pero como siempre su cháchara intrascendente la disuadió de contarle qué le pasaba. Después de colgar fue al baño y se lavó por enésima vez las manos. Volvió al salón y cogió un libro, pero no podía concentrarse, así que fue a la cocina para emprender una buena limpieza, a pesar de que todo estaba impoluto. Mientras frotaba con saña la encimera, sonó el teléfono fijo y dio un salto. No sabía si cogerlo o dejarlo sonar hasta que se cansarán, ahora se arrepentía de no haber decidido comprar aquel modelo que dejaba ver la llamada entrante. Además, quién podría ser si ahora ya nadie llamaba a los fijos de las casas. Solo podía ser él o su amiga Sonia. Incapaz de decidir, el teléfono dejó de sonar. Inmediatamente, cogió el móvil para llamar a su amiga. Sonia contestó de inmediato, asustada.
—No te pongas así, solo quería saber si me acababas de llamar.
—Cómo quieres que me ponga, sabiendo cómo estás y lo que tienes encima, cada llamada tuya me asusta, no lo puedo remediar y más si me dices si te acabo de llamar, claro que no.
—Ya, es que ha sonado el teléfono de casa.
—Haz el favor de ir a la policía, esto no se puede aguantar.
—Lo sé, pero solo de pensar en la que se va a liar, no puedo, él tiene un prestigio en el cuerpo, no me van a creer.
—Ana, haz el favor de no esperar más. Voy ahora mismos a tu casa y te acompaño. «
Que decir:
«Ana estaba muy nerviosa, sabía que tenía que denunciar a su marido por violencia de género, pero no se atrevía porque él era policía. Su amiga Sonia la empujó a hacerlo de una vez por todas.»
Evidentemente, es mucho más rápido esto último, pero no expresa ni la milésima parte de los matices que el texto de arriba, en el que se hace partícipe al lector de lo que está viviendo Ana a tiempo real que aún sin decir concretamente lo que le está pasando ya se va atisbando cuál es la situación.
El primer ejemplo genera mucho mas ritmo y tensión que el segundo, sin duda, pero deberás pensar qué necesita el texto en cada momento para optar por una de las dos opciones.
No es lo mismo decir:
«Lidia era muy guapa y simpática.»
Que:
«Lidia salía a calle con una sonrisa cada mañana. Después de saludar al frutero, se detuvo un segundo a preguntarle a su vecina del cuarto cómo estaba de su recaída. Todos los días sabía que iba a llegar tarde al trabajo, pero no podía evitar alguna parada si se encontraba con algún conocido. Y su vecino del quinto lo agradecía porque verla era una delicia».
En ambos casos, se cuenta lo mismo, pero en el segundo texto, además, se introduce una nueva perspectiva que es la del vecino del quinto y esto hace que la visión de Lidia sea mucho más vivida, solo por ese detalle y no solo porque la hemos mostrado.
Con esto quiero decir que cuando mostramos, podemos usar diferentes herramientas que ayudan a que nuestras escenas sean mucho mas cercanas al lector; y en consecuencia las interiorice mucho mejor, aunque sean más largas.
Siempre que le demos recursos para que una bien las piezas en su cabeza el texto fluirá y será mucho más sencillo que siga leyendo sin cuestionar nada.
Y, por otro lado, parece que me estoy contradiciendo, ya que para mí la economía comunicativa es una religión, pero cuando escribes una novela, además de decir todo lo más rápido y claro posible, con el menor número de palabras y todas bien elegidas, también se debe pensar en cómo se dice y en la cadencia que se le quiere dar a cada parte del libro.
En muchas ocasiones, contar es mucho mejor porque te ayuda a moldear los hechos a tu gusto y consigue que avance la trama de una manera más rápida y concreta. Tal como antes decía que mostrar es tender muchos hilos para que el lector los vaya recogiendo y acoplándolos en su cabeza y sacando sus propias conclusiones; cuando quieres contar algo de una manera concisa, debes narrar e ir lo más al grano que puedas.
Ejemplo:
«Lucía se despierta sobre las seis de la mañana todos los días. Se prepara un café con leche muy calentito y un par de tostadas. Después, se calza unas deportivas y sale a correr bordeando el parque en dirección a la torre, por la calle del Cencerro y vuelve por la Gran Vía.»
Mucho mejor:
«Lucía es madrugadora y le encanta correr por las mañanas.»
o
«Lucía madruga, desayuna y corre todas las mañanas.»
En caso de que al lector toda la liturgia que hace Lucía por las mañanas le importe un pimiento. Así que si no va a hacer avanzar la trama, o sea, no tienes datos nuevos que aportar, cuéntalo rápido y claro.
Ese es el indicador para saber qué debes hacer en cada momento. Y ya no solo en este tema, sino en general. Siempre que te pongas a escribir hazte esta pregunta: ¿qué aporta esto a la trama? ¿Avanza? ¿Qué datos nuevos estoy dando?
Si no tienes una respuesta satisfactoria pasa de puntillas por ahí, lo más rápido posible y, en el peor de los casos, que no te duela no ponerlo.
Lo importante en una novela es que todo aporte, comunique y haga avanzar la trama. Así que elegirás contar o mostrar dependiendo de lo que necesite el libro en cada momento.
Cómo elegir qué hacer
Si con todo, no tienes claro cuándo apostar por una técnica u otra; la respuesta te la dará el propio texto, qué necesita el lector en ese momento, qué pide la historia para que se entienda mejor, qué requiere el ritmo. Contesta a estas tres preguntas antes de decidir qué hacer.
Es evidente que tienes que elegir aquello que necesita saber el lector. Revisa tu trama, piensa en el arco de tus personajes y en lo que necesitan. Ya sé que no vas a estar a cada momento preguntándote si debes mostrar o contar, no terminarías de escribir nunca, pero es importante tener presentes estas cuestiones.
Generalmente, tu cabeza se lo pregunta por ti, sin que te enteres siquiera, y te van saliendo las escenas una detrás de otra, mostrando aquello que tu mente ya ha barruntado antes; así que el mejor momento para platearte esta disyuntiva es en la corrección posterior o, cuando dudes acerca de lo que necesita la trama.
Tu mente te avisará cuando piense que no está haciendo las cosas bien, entonces, es cuando tienes que sacar la artillería pesada y preguntarte si fueras lector qué necesitarías saber y cuándo. O desde tu punto de vista, qué giro requiere el momento.
Un ejemplo, monólogo interior:
«Pues no le ha gustado que haya encontrado trabajo, me ha puesto una cara muy rara. Dice que va a ser una pena porque en las promociones no van a encontrar a ninguna que esté tan buena como yo. Me han dado ganas de levantarme. Es como si esta noche lo oyera de verdad y entendiera las barbaridades que dice. Me ha cansado tanto que ni siquiera me he ido a su casa y entonces sí se ha cabreado. Que ya está mayor para aguantar niñerías. Lo he mandado lejos, pero me he llevado un berrinche que no me merezco un día como hoy.»
Aquí se ha optado por elegir la opción de darle voz a la mente del personaje agraviado. Mostrar la escena completa habría llevado páginas y páginas; pero lo que se iba a decir ya lo sabe el lector en realidad (que el hombre es imbécil y machista, solo aprecia el físico de la protagonista, que trabajan juntos y que, por supuesto, no se va a alegrar por nada bueno que le pase a la chica). De manera que no avanza la trama y no es necesario cansar al lector con ello.
En estos casos, es mucho más recomendable que se afiance la personalidad de la protagonista y se diga entre líneas lo que ha sucedido para avanzar. Incluso aunque se evite una escena que puede ser esperada por el lector: por fin la heroína le dice cuatro verdades a este imbécil. Ya, pero si no avanzamos, no se muestra, punto.
Claro que tienes que tener en cuenta en qué momento estás. En este caso, este párrafo lo he sacado de un momento bastante avanzado en la trama, por lo que ya han salido muchos de los datos que se iban a mostrar, así que no merece la pena incidir y es mucho mejor dejar que el lector se la imagine con la saña que quiera.
En una novela siempre hay mil detalles con los que hacer avanzar la trama, en este caso, se opta por un cambio en el arco de la chica porque es por ahí por donde se avanza.

Errores comunes de mostrar y contar
Uno de los errores más comunes es pensar que solo se puede hacer una de las dos cosas.
Otro es no saber cuándo hay que hacer una cosa o la otra, como escribir diálogos banales que no hacen avanzar la trama ni un milímetro o pasarse de frenada con narraciones que atraviesan diferentes clímax en un segundo, sin darle tiempo al lector ni a paladearlos.
No darse cuenta de lo que significa cada uno de los recursos y qué añade al momento narrativo. Por ejemplo, contar siempre añade acción, rapidez y es mucho más plástico respecto a lo que quiere contar el autor. Es decir, cuando necesitas que todo avance o contar algo de una manera eficiente y asegurarte que el lector se va a enterar de lo que va a suceder, optas por contar.
En el caso de que necesites un poco más de aire o evocar aromas, sonidos, tactos… Vamos, despertar los sentidos del lector, debes mostrar sin duda, aunque ralentices la trama. En este caso deberás tener muy en cuenta lo que estás haciendo y asegurarte que comunicas aquello que debes.
En muchos casos el autor se emborracha de su propia prosa y comienza a darle vueltas a temas que no son prioritarios o a describir como si fuera Clarín y el lector prefiere la muerte, sin duda.
Recursos para mostrar y contar
Para terminar y que veas que esto no es tan complicado como parece, te voy a listar estados de ánimo y diferentes formas de mostrarlos.
Lucía está contenta
- Se siente ligera y ve el mundo de color de rosa
- Sonríe sin motivo
- Tararea una canción con ojos soñadores
- Se pone a bailar
Antes decía que cuando muestras no siempre es fácil dar en el clavo; y aquí tenemos un ejemplo. Todas las formas de mostrar la felicidad o que un personaje está contento, también valen si está enamorado, por ejemplo, por eso elegir bien cómo muestras es tan importante para que el lector sepa leer con exactitud aquello que le quieres mostrar. La clave está en los matices y, por supuesto, en el contexto.
Lucía está triste
- Se le ensombreció la cara
- Le costaba levantarse de la cama
- Sentía una imperiosa necesidad de llorar
- No podía evitar las lágrimas
También sirven para mostrar angustia o depresión.
Lucía está nerviosa
- Se mueve de un sitio a otro como un tigre enjaulado
- Se retuerce las manos y no para ni un momento quieta
- Mira la hora cada minuto
- Está sentada y no para de menear el pie
También sirven para mostrar prisa o estrés
Lucía está enfadada
- Parecía un tejón furioso (esta se la he robado a Lisa Kleypas, me encantó. Y sí, claro que leo romántica, por supuesto)
- Echaba chispas por los ojos
- La tensión en su tono de voz me hizo huir
- Apretó los puños de tal manera que los nudillos perdieron el color
- Se clavó las uñas en las palmas de las manos
- Dio un portazo que aún retumba en mis oídos
Como ves, cuando muestras no puedes ser tan eficaz y, además, la forma de evocar siempre implica otras connotaciones que tienes que tener en cuenta para no mostrar sensaciones, emociones o hechos que no cuadran ni con el arco de tus personajes ni con lo que tiene que suceder en la historia.
Conclusión
Mostrar y contar es la alternancia que teje y construye una novela, una de las primeras artes que tienes que dominar para saber transmitir aquello que quieres al lector. Es importante tener siempre en cuenta qué requiere cada momento: furia, rapidez, evocación, sensaciones, emociones… Cada pasaje requiere un tratamiento y en elegir el adecuado está la clave.
Eso sí, lo que está claro es que no hay una ciencia exacta al respecto y que en literatura siempre hay opciones. Huye de los consejos tajantes que devalúen alguna de estas técnicas porque las dos son fundamentales.
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