Cómo llamar la atención del lector para que siga leyendo

Saber cómo conseguir la atención del lector es clave para escribir una novela. Tanto, como no distraerlo de lo importante. Vamos a conocer algunas técnicas y cómo llevarlas a la práctica para mantenerlo bien atento a lo que le quieres contar.

Cómo llamar la atención del lector

La imaginación hace un trabajo básico a la hora de escribir y leer. El autor que conozca los resortes que la activan, sabrá contar más  con mucho menos.

También es fundamental tener recursos para captar la atención del lector y saber cómo no distraerlo.

Por todo ello he escrito este post. Sigue leyendo.

Cómo atraer la atención del lector

Muchos autores me cuentan que para conseguirlo se inspiran en series o películas. Una fuente perfecta siempre que se tenga en cuenta que para escribir no se dispone de los mismos recursos que tiene el lenguaje audiovisual. El escritor solo tiene sus letras. Así que deberá preguntarse cómo llamar la atención en un texto con ellas sin banda sonora ni efectos especiales o la imagen para crear las escenas. La respuesta: buscándose muy bien la vida.

Si a una película le quitas la música y los efectos sonoros, seguramente, perderá mucha de su capacidad para expresar aquello que quiere. No será ni mucho menos tan redonda. En una novela, el autor tiene que construir la vida y un universo juntando palabras. Es evidente que no lo va a poder hacer solo, deberá disparar la imaginación del lector para que le ayude.

Analizar otros libros

Una buena manera de encontrar pistas es analizarnos a nosotros mismos cuando leemos.

Busca una escena que hayas leído y te haya atrapado. Seguramente, está construida con muchos huecos que tu mente tiene que rellenar, pero con el armazón preciso para que puedas hacerlo. Una de las claves para atrapar al lector es conseguir que haga suya la historia.

Para saber qué técnicas ha utilizado el autor, descuartiza la escena. Busca qué pistas da y qué espacios ha dejado a tu libre albedrío; piensa en por qué lo ha hecho así. Seguro que encuentras más soluciones de las que parece a primera vista.

Ese autor conoce bien cómo se dispara tu imaginación y sabe que con pocos detalles, bien elegidos, tu mente sabrá cómo seguir sola para que la experiencia de leer sea una delicia.

Cómo imagina tu lector potencial

Y aquí viene cuando la matan, sí, porque aunque seas capaz de hacer esa introspección que señalaba antes, aún quedan muchas incógnitas. Una de las más grandes: ¿cómo te pones en el lugar del lector? Pensarás que es imposible. No existe un lector, existen miles (para los afortunados, claro).

Ponerse en la piel de todos es una quimera. Es verdad. No lo pretendo con este artículo. Si lo hiciera, podrías tacharme de ridícula, es bastante utópico pensar así. Pero eso no es lo que yo te propongo. Vamos a ver si consigo explicarme bien.

Piensa que si tu historia ha salido de tus propias búsquedas, tu lector potencial será aquel que busque lo mismo que tú. Seguramente os pareceréis en vuestras obsesiones porque para que alguien se ponga a leerte, primero tendrá que elegirte y aquí la temática, género y expectativas son fundamentales (aunque hoy no nos vamos a ocupar de ellas). El caso es que basándote en ti, si sabes qué detona tu imaginación, comenzarás a ver la luz.

Y, por supuesto, esto no es solo intuición, esto es estudio y ensayo/error. Vamos a verlo.

Por ejemplo:

Recorrí aquel oscuro pasillo, sin miedo, sin prisa, sabiendo que cada uno de mis pasos me acercaba a la verdad

En la oscuridad, llegué al final del pasillo buscando la verdad, sin miedo a encontrarla

Estos dos ejemplos en realidad nos están contando la acción de un personaje, pero muy diferente en cada caso, ¿qué diferencias encuentras?

Cuentan lo mismo, pero sugieren cosas distintas, los matices en literatura son fundamentales.  En uno se ha apostado por la economía comunicativa (dice lo mismo con menos), por el ritmo y por la acción. También refleja a un personaje decidido.

Sin embargo, la segunda frase, apuesta por crear un determinado ambiente que seguro será perfecto para lo que vas a leer después y habla de un personaje más reflexivo que también hace que la escena sea diferente.

Hay millones de maneras de recorrer un pasillo. Depende del tipo de escena que quieras conseguir deberás optar por uno u otro, también del personaje que la protagonice. Es necesario saber cuándo necesitas sugerir y cuándo ir al grano, aunque sin perder esa pizca de interés, claro está.

Y en todo esto influye lo que quieras transmitir, lo que lleves dentro, como te decía antes del ejemplo, tus tripas se parecen a las del lector. Así que cuanto más fiel seas a las tuyas, mejor sepas reproducirlas, mejor fidelizarás a tus lectores. Sencillamente, porque encontrarán verdad en tu obra.

Y aquí, entra en juego, como siempre, la selección de palabras. Busca aquellas que vayan en la línea de lo que quieras transmitir y piénsalas bien.  Estudia sus connotaciones y qué te cuenta de ellas el imaginario colectivo.

Una regla de oro como editora es no perder nunca de vista esto anterior. Sin estos referentes, no resultaría tan efectivo mi trabajo.

Ideas potentes

Otra técnica para conseguir llamar la atención de del lector es buscar ideas cuya potencia consigan hacer gran parte del trabajo de ambientación. Como editora me encuentro muchas veces con frases, ideas o conceptos que son tan potentes que consiguen crear una escena, y mucho más

Un ejemplo reciente: estoy trabajando en una distopía y me encuentro que todos los árboles de ese mundo son de plástico. Esta idea es tan potente, tan fuerte, que hace que la imaginación del lector haga el resto y se ahorran muchos textos que intentan llamar la atención de los lectores con fuegos fatuos.

Con solo eso ya tiene suficiente la autora (en este caso) para transmitirle al lector por ciencia infusa (que sí que existe, esta es la prueba) un montón de características de su universo, sin tener que contárselas.

El lector pone el piloto automático. Sabe que es un planeta devastado donde la naturaleza no existe, hay serios problemas con el agua, conflictos de todo tipo al respecto y, es más, sabe que los que dirigen el cotarro son conscientes, perversamente, del efecto que causa en los seres vivos contemplar o abrazar un árbol y por eso los han construido de plástico.

Pero aquí no acaba la cosa, podría llenar varios artículos con todas las ideas adosadas y que puede entender el lector con «los árboles son de plástico». Y es, además, en la actualidad, el plástico tiene tan mala prensa (con razón) que juega un papel tremendo en esa ambientación que consigue mi autora de un plumazo.

Por eso hay que buscar ideas así, que encierren en ellas mismas un mundo. Usándolas extiendes buena parte de ese mundo que quieres transmitir y contar. Con su sola aparición hacen que el lector haga el resto, no importa al segmento al que te dirijas de ellos. Hay ideas que son universales en su potencia.

Bombas de relojería

Aunque, por otro lado, también hay que tener mucho cuidado con este tipo de detonantes, sobre todo, es importante saber dónde colocarlos.

Pueden ayudarte a explicarlo casi todo, pero si los colocas en el sitio equivocado o no controlas todo lo que pueden arrastrar a su paso. te pueden echar abajo la novela al completo. 

Si desde el principio el lector sabe que los árboles son de plástico, le sirve para imaginarse ese mundo con muy poco, pero si eso se lo encuentra con el libro muy avanzado, le desmonta toda la novela, porque la idea reformula muchas de las escenas que ya se ha compuesto en su cabeza. De inmediato, extiende sus raíces por toda la novela, hasta en el rincón más pequeño. Lo transforma todo.

cómo llamar la atención del lector en una novela
—Cariño, no sonrías tanto que por mucho que estemos en medio del final feliz, acabada de escribir el autor que llevamos un año comiendo plástico. ¿Todo esto? Plástico. ¿Cómo te quedas?

El subconsciente también lee

Y aquí tenemos otra clave, el subconsciente también lee. Algo que hay que tener muy en cuenta, porque muchos datos que parecen irrelevantes, o subliminales para el yo consciente, pueden ser interpretados de una manera diferente por el inconsciente. Eso es así y tener cuidado con ello es una de las tareas del escritor.

Escribir es un arte exquisito (como todos), porque no solo leemos conscientemente.

El subconsciente trabaja continuamente por nosotros, nos dirige y nos transforma. Y sé que es rizar el rizo y que si no somos capaces de ponernos en la piel de nuestros lectores, imagina si vamos a poder meternos en su subconsciente. Pero si la publicidad lo hace continuamente también lo puedes hacer tú.

Aunque solo sea para tenerlo en cuenta. Aunque no sepamos manejarlo bien, si lo tienes en cuenta andarás con pies de plomo por las palabras que utilizas.

Para hacerlo debes valerte de la sugerencia, de buscar palabras que tengan connotaciones diferentes según el momento que quieras crear.

Por ejemplo, hay palabras que sacadas de su contexto, funcionan muy bien para crear ambiente. Enhiesto es una de ellas. Si estás describiendo un edificio y dices:

«Refulgía enhiesto hacia el cielo»

Qué sientes cuando lo lees. Tiene un enorme componente sexual que puedes utilizar para crear atmósferas.

Esto es algo que hace muy bien la literatura feelgood, los personajes siempre están comiendo galletas, magdalenas, tartas y muchas cosas ricas con bien de canela. Todo tiene un aire aterciopelado y acogedor que viene marcado por la cantidad de grasa y azúcar que se ingiere. Una fiesta de los hidratos, vaya. Que tú estás leyendo y preguntándote, ¿se puede ser etérea y comer así? Porque casi siempre las de los atracones son las mujeres, que conste.

Y no pasa nada, eso no enturbia tu disfrute, sirve para hacerlo mullidito. Así que, al margen de las preguntas capciosas que puedan surgir, las buenas novelas de este género son deliciosas como sus tartas y ese componente glass hace que sus lectores no quieran salir de ese universo. Y sus autoras (hay una aplastante mayoría femenina en este género, aunque también hay hombres que lo hacen de maravilla, oiga) consiguen plenamente su objetivo. Punto.

Economía comunicativa

Un error común para llamar la atención del lector y mantenerla es describir el ambiente, el escenario, los sentimientos y todo lo que se encuentra al paso. Y lo peor, en muchas ocasiones, se dejan de lado aquellas descripciones que son las que van a ayudar de verdad a crear ese marco imprescindible.

Ya hemos visto que con poco basta, así que elige bien y no te lances a describirlo todo, corres el riesgo de que el lector se aburra y además le quitas la oportunidad de que su imaginación haga el resto. Y eso hace que no pueda hacer suya tu historia.

Por eso, hay novelas en las que solo se dan dos pinceladas de los personajes o que, directamente, no los describen y, sin embargo, el lector los tiene claros en su mente; los hace a su imagen y semejanza y todo funciona a la perfección. Aquí también entra en juego el arte de mostrar y no contar.

Cuándo hay que hacer una cosa y otra, dependerá de la escena que tengas en la cabeza y la mejor forma de llevarla al papel.

Mostrar es una carrera de fondo; es la idea que se va haciendo el lector a medida que ese personaje habla, se mueve o piensa. También qué dicen o hacen el resto de los personajes respecto a él.

Es mucho más potente que otro personaje deje caer en un diálogo que la protagonista es preciosa a que lo diga el narrador. Por qué, fundamentalmente, por dos razones:

  • Los humanos somos cotillas por naturaleza, nos gusta saber qué piensan los otros. Así que prestamos más atención a ese personaje cuando expresa su opinión sobre otro personaje. (Eso sí, el lector ya tiene que conocer a ese personaje, si lo dice al comienzo el libro, el efecto no funciona, porque no sabe qué pensar de su opinión y la obvia).
  • El narrador, sobre todo en tercera persona, debe emanar cierta autoridad sobre el lector, debe ser objetivo (esta no es una regla de oro, pero que no se le vea el plumero). Así que si opina sobre los personajes, el lector puede pensar que es tendencioso y no fiarse de lo que le cuenta. Y ya la hemos liado.

Economía comunicativa. Selecciona las palabras, mídelas, busca dónde colocarlas, qué efecto tienen dependiendo de dónde las sitúas. Todas son importantes. Y siempre que tengas que elegir busca quedarte con las menos posibles.

Últimamente, veo muchos autores enfadados porque les dicen que las descripciones aburren, cansan o incomodan, se revelan porque a ellos les encanta describir y, en el fondo, porque también les facilita el trabajo. Es mucho más sencillo describirlo todo que buscar la forma de que el lector se lo imagine, pero si quieres escribir bien, no queda otra.

No es que tengas que desterrar las descripciones, es que debes ajustarlas al momento del libro, a la percepción del lector y a lo que quieres contar. También es fundamental saber hacerlas, vehicularlas con la acción y encajarlas. El eterno dilema de mostrar y no contar.

Cómo llamar la atención en un texto
—Corre, Lucinda, que viene la pesada de la economía comunicativa.
—Yo me escondo aquí.

El tiempo y el espacio son fundamentales

Otro dato importante es situar a los personajes en el tiempo y el espacio al inicio de cada escena y entre una y otra. No siempre es necesario hacerlo tal cual, hay mucha variedad al respecto. Una sola palabra puede hacerlo y servir de brújula. Y es que la imaginación del lector tampoco funciona bien sin unos parámetros claros.

En este caso, más que cómo atraer la atención de un lector, se trata de no despistarlo, de no perderlo.

Si el lector sabe cuándo y dónde están los personajes será sencillo que su imaginación pueda completar las piezas para que con una palabra sea suficiente, porque no estará centrada en localizar al personaje o situarlo en el tiempo.

Por ejemplo: si los personajes están en espacios que ya han aparecido en la novela. Si la mente del lector ya tiene las referencias del espacio, verá todo lo que contiene sin necesidad de que el escritor le ayude demasiado. con decir dónde están basta.

Esto también funciona con espacios nuevos, cuando quieres que el lector se sitúe de manera rápida, para ahorrarte descripciones, busca una palabra que lo pueda definir de manera genérica.

Es decir, si cuentas que están en un jardín, el lector ya sabe lo que hay en ese escenario y disfrutará componiéndolo como mejor quiera.

Eso sí, debes tener cuidado con qué palabras utilizas para no crear una escena que no tiene nada que ver con lo que tienes que contar y perder a los personajes y, por consiguiente, al lector.

Por ejemplo: jardín no es lo mismo que parque, tienen connotaciones muy diferentes.

Cómo-disparar-la-imaginación-del-lector-para-escribir-bien
—Manolo, ¿pero dónde estamos? Esto no es un jardín.

Priorizar según la jerarquía del texto

En una novela de fantasía, por ejemplo, estás contando algo que ya es complicado de contar porque el lector no tiene referencias en el mundo real. Es un mundo inventado con reglas desconocidas para él en ese momento. Es muy fácil que en este tipo de escenas se pierda, si no tienes en cuenta este dato.

Así que no hay que complicar demasiado las cosas. En caso de hacerlo, es posible que el lector se quede anclado en un detalle que no tiene importancia y que su atención, que es la antesala de la imaginación, pase por alto los detalles importantes.

En una escena donde se dan muchos datos, sobre todo si es al inicio del libro y el lector aún no está metido de lleno en la historia, es posible que no interiorice todo de una manera tan rápida como quisieras. Para que haga este viaje de la manera más efectiva posible,  debes priorizar los datos que le vas aportando. Ordénalos de mayor a menor relevancia y busca la manera de encajarlos por ese orden en los primeros capítulos.

La conclusión, piensa y mide cada palabra.

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