Cómo escribir bien: 15 claves para conseguirlo

Cómo escribir bien. Ay, señor, qué ilusa soy. Conseguir definir algo tan indefinible en un post es quimérico, pero creo que hay que intentar verbalizar qué es necesario para que tus libros sean un disfrute. Es la única manera de alcanzar la buena escritura.

Cómo escribir bien en 15 claves

Para comenzar es necesario definir qué es escribir bien. Piensa en qué es para ti tener ese don, en qué se traduce. Teniendo en cuenta que calidad, no es ventas, no tiene nada que ver.

Piensa en una novela que sea buena. Lo fundamental para que lo sea es que tiene que cumplir al menos estos seis preceptos:

  • Debe tener personajes redondos que evolucionen con la trama y sean permeables a ella. Respetando en todo momento su verosimilitud y coherencia.
  • Se asienta sobre una buena estructura, que tiene una razón de ser y responde a la mejor manera de contar esa historia.
  • En ella puedes sentir la vida. Tiene una buena historia y disfrutas de todas sus escenas, las más dinámicas y las que no lo son tanto. Debe contener esos mil hilos que recorren toda buena novela y que van modelándola a medida que avanza.
  • El autor tiene un estilo propio. Es más importante cómo se cuenta algo que el hecho en sí. Siempre. Si tienes un buen estilo, tus lectores te seguirán con independencia de lo que cuentes.
  • La obra guarda un buen equilibrio entre todas las variables que la componen: tiene una buena priorización de datos. Se nota que el autor sabe lo que hace. Y esto también se percibe cuando decide dialogar o narrar. También en la elección del narrador.
  • Se lee de manera fluida, sin interrupciones, tiene las escenas medidas y es adictiva. Es decir, cumple con la función principal de una novela: es divertida o, al menos, entretenida.

Teniendo esto en cuenta, vemos que los preceptos que tiene que cumplir una buena novela no son tantos, aunque sea más que complicado cumplirlos todos.

En el caso de que la obra sea un ensayo, vamos a ver lo que hace que sea uno bueno:

  • Debe ser una novedad respecto a la temática, en la medida que sea.
  • Su lectura debe ser fluida en todo momento.
  • Debe estar bien estructurado, teniendo en cuenta cuál es el mejor esqueleto para que el lector interiorice bien el tema del que se va a tratar. Aquí es fundamental conocer la temática y al lector potencial.
  • El estilo, teniendo en cuenta el segundo punto, es fundamental también. Si el autor sabe escribir bien, podrá tomarse más licencias y el lector le seguirá obediente.
  • Otro eje fundamental: combinar la teoría con la práctica. Ejemplos, praxis o formas de llevar a cabo la temática de la que se trate. También, dependiendo de la obra, será fundamental que se propongan ejercicios para el lector y la manera de corregirlos,
  • Que sea un buen libro de consulta. Para ello es fundamental hacer un buen índice y determinados apéndices que aporten valor añadido a la obra. Este punto hay que tenerlo muy presente para crear la estructura y mientras se trabajan los diferentes apartados.

Ahora sí, una vez que tenemos claro qué es una buena obra, al menos, en su versión de mínimos. Vamos a ver cómo conseguir escribirla.

Credibilidad

En primer lugar, es fundamental documentarse al máximo sobre aquello que se quiere escribir.

Es la única manera de que tu cerebro se centre en lo que vas a tratar y acabe dándole un sentido lógico a lo que escribas.

En caso de que veas complicado este apartado, busca otro tema a tratar más accesible para ti.

Es esencial que escribas con propiedad, hables de lo que hables, sea el género que sea.

Así que es mejor que te centres en aquello que puedas dominar, a nivel experto.

La credibilidad es una de las esencias de la buena escritura.

Formación

Es condición sine qua non formarse en aquello que se quiere mostrar al mundo.

Es necesario estudiar y conocer cuántas más formas de contar, mejor.

Aquí entra en juego la obviedad de que debes leer mucho para poder escribir bien. Aunque no será tan obvio cuando aún hay autores que son capaces de contradecir este precepto. A veces, con ideas tan peregrinas como que su estilo se contamina de otros. En fin, me sale un chiste fácil a la par que ofensivo que lo voy a dejar en la recámara.

Busca ayuda: cursos, editing, lectores cero… Hay mucha variedad para conseguir una formación sólida para escribir. Sigue aprendiendo. Es la única manera de ser cada día mejor.

Saber mostrar la vida

Esta característica se aplica sobre todo a la narrativa, pero no debes olvidar que para un ensayo, cuando más tengas los pies en el suelo, mejor vas a entender qué necesita el lector y enfocarás mucho mejor lo que le tengas que contar.

En lo que respecta, a una novela o un relato, el autor debe entender que está mostrando la vida, al fin y al cabo. Así que más allá de una trama que esté mejor o peor montada, debe gestionar con destreza los miles de hilos que recorren a todos los seres vivos u objetos que la pueblan.

Los personajes no solo están ahí para dar datos prioritarios cuando le viene bien al autor, están ahí para vivir dentro de las cuatro paredes del libro y en todo momento el lector los tiene que ver respirando.

Para escribir bien es fundamental saber tomarle el pulso a esa vida que se quiere contar.

Por ejemplo, si Manolito vive en un planeta sin sol, tiene que ir a enfrentarse con un dragón y se le olvida el abrigo en casa, va a tener frío a todas horas y puede ser que el dragón se lo coma por eso o lo achicharre (aunque eso incluso le vendría bien a juzgar por lo mucho que está tiritando). El caso es que en todo momento esa percepción debe estar presente, sin repetir que tiene frio a todas horas.

La realidad barre al personaje todo el tiempo y tú debes describirla.

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—¡Madre mía, Manolo cómo me viene! Esto es pedir a gritos un poco de fuego.

Elegir bien dónde poner el foco

Escribir es enfocar siempre.

Cualquier hecho tiene mil perspectivas diferente desde las que contarlo.

Por ejemplo: Ana se va a vivir a una ciudad nueva porque ha roto con su vida pasada. Ya instalada tiene que buscar trabajo y hacerse con un nuevo circulo de amistades.

Aunque parezca que la trama está clara, dependiendo desde dónde la cuentes, será una historia u otra totalmente diferente. Te pongo a continuación tres maneras de enfocarlo y qué tienes que hacer para centrar en ese foco la acción:

  • Si quieres mostrar lo que siente una persona en esa situación: elegirías contarlo en primera persona, con un tono intimista y con la luz exterior justa. Antes, te asegurarás que tienes un personaje que resista este primerísimo plano.
  • Quieres hacer una comedia romántica, tipo feelgood: luz y taquígrafos. Abre bien las ventanas, porque vas a tener que contar el exterior aunque solo sea para que tus personajes asistan a las bacanales que se van a pegar a té y galletas de canela. Dependiendo del tono que quieras darle, puedes utilizar cualquier narrador. Y seguramente te interesarán también las vivencias de los de alrededor de la o el protagonista.
  • Quieres una novela de terror o de fantasía: te centrarás en el ambiente tétrico o distópico de la nueva ciudad. Todas lo tienen.

Hay mil formas de contar lo mismo, en literatura todo depende de los matices y estos vienen determinados por la perspectiva que quieras mostrar.

Saber qué quieres contar

Para poner bien el foco, primero debes saber qué quieres contar. Ahí es dónde tienes que hacer una introspección en tu interior para entender por qué quieres escribir esa obra.

Qué te ha llevado a ella. Cuál es tu objetivo. Teniendo en cuenta la respuesta, atinarás mucho más a la hora de poner el foco en un lugar u otro.

Las decisiones que se toman a la hora de escribir vienen determinadas por este objetivo. En función de lo que quieras transmitir elegirás personajes, trama o género determinados.

Cuando tienes claro qué quieres contar, será más sencillo elegir cómo quieres hacerlo.

Y en un ensayo pasa lo mismo con los paradigmas o los ejemplos, debes medir, cuándo ponerlos para que el lector interiorice bien lo que le estás contando y pueda aplicarlo a su vida.

Selección de palabras

Ten mucho cuidado con los adjetivos y los adverbios, son los culpables de que no muestres la realidad, sino que la cuentes. Y encima mal contada.

Aquí lo peor que te puede pasar es tener prisa o que te entre un ataque de vaguería.

Por ejemplo:

Ana se lo pasó genial en la fiesta.

Ole tú. Con esto piensas que has transmitido lo que debías, pero aquí no le estás contando nada al lector. El lector dice, pues muy bien por Ana, pero a mí no me dice nada eso.

Debes contar qué hizo Ana en la fiesta para que se lo pasase tan bien y que sea el lector el que juzgue si se lo ha pasado bien o mal.

Y aquí volvemos al apartado de mostrar la vida. Y para hacerlo debes saber cuándo contarla o cuándo exhibirla.

Elegir bien el momento en el que narrar

Siguiendo el hilo del apartado anterior, para mostrar la vida, en la mayoría de las ocasiones debes narrar.

Existe una falsa creencia que dice que los diálogos sirven para mostrar a los personajes, pero no es cierto. Cuando de verdad muestras a un personaje, generalmente, es cuando narras y tienes la libertad de poner el foco donde quieras.

El diálogo te obliga a mantener determinadas rutinas encorsetadas que dejan gran parte de la responsabilidad de mostrar en el personaje. Y claro, no todos los personajes nos permiten hacer maravillas. Además, en el único momento en que el autor puede ser un poco más libre es en las acotaciones y, en este caso, hay que tener un cuidado exquisito para que no se te vea el plumero y que luego el diálogo acabe siendo de besugos.

Dialogar es darle vida y aire al libro, pero crear diálogos es una de las formas más artificiales y medidas de escribir. Todo debe estar pensado al milímetro para que funcione.

Al lector le parece todo muy natural y orgánico, ja. El problema de muchos autores es que no piensan como escritores, sino como lectores en este caso.

Este pensamiento les lleva a hacer diálogos aburridos y sin nada que contar, porque la naturalidad no es natural cuando se lee.

Así que en la mayoría de los casos, debes narrar, para ser libre y poder expresar lo que necesitas en cada momento.

Cómo escribir bien en 15 pasos
Mientras estos están aquí hola qué tal, la cafetería está ardiendo y tú ahí dialogando.

Economía comunicativa

No repetir nunca nada, cada vez que cuentes algo hazlo de la mejor manera posible para que no le falte ni un matiz.

Si lo puedes contar con dos palabras que no tenga tres.

Era imposible poner los 15 preceptos necesarios para escribir bien y que se me olvidase la economía comunicativa. Es fundamental, sí o sí.

Prioriza los datos

Es esencial saber qué datos debe recibir el lector para que sea capaz de componer en su cabeza todo lo que le tienes que contar.

Debes distinguir la importancia de cada dato en relación con el marco que se va creando en la mente del lector.

Los datos que construyen los cimientos de una historia deben ir en la primera parte del libro.

Esto no solo ocurre en las novelas, también en los ensayos.

Es esencial saber de qué están compuestos los cimientos de aquello que quieres contar.

Claridad y concisión

En realidad este punto bien podría estar dentro de la economía comunicativa, pero como considero que es fundamental, lo he sacado a un apartado.

Siempre que tengas que expresar algo, lo que sea, piensa en la manera más clara y exacta de contarlo para que el lector en poco tiempo sea capaz de entenderlo con todas las implicaciones que tenga.

Aquí los signos de puntuación son los grandes aliados. Es fundamental que estructures el texto con frases cortas, sobre todo si eres novel, busca la manera más sencilla de contar lo que tengas que decir.

No cambies el orden natural de las frases: sujeto, verbo y predicado. Las licencias en este sentido tienen que ir acordes al manejo que tengas del idioma en el que escribes y al tono de la obra.

Estructura bien el texto, una frase, una emoción, un matiz, una acción. Una cosa detrás de otra, ordenado de manera prioritaria para que el lector no tenga nada en qué pensar para componer aquello en su cabeza, solo lo viva.

Sigue la línea del tiempo

Aunque tu estructura introduzca cambios en la línea del tiempo, es decir, comience en in media res o haga premoniciones o cualquier otra filigrana relacionada, debes tener en cuenta que el lector va componiendo el puzle en su cabeza tal y como se lo estás contando.

Y esto lo hace al segundo, todo debe ir en orden cronológico. A medida que los personajes van haciendo cosas, tú las vas contando, sin tener que retroceder nunca. Sintetiza todos los matices de ese minuto juntos y nunca vuelvas a él.

Siempre que se te presente una disyuntiva, elige la manera de contarlo que esté más cerca de la línea de tiempo.

No te obsesiones con tener un buen estilo

Muchos autores piensan que escribir bien es complicar las cosas.

Es decir, le dan más vueltas que un trompo a las frases y así lo único que consiguen en marear al lector.

Tener un buen estilo significa que nadie es capaz de escribir como tú, aunque cuentes lo mismo que otros.

Eso se llama tener una voz propia y se identifica no solo por las palabras que se utilizan, sino por el tono y dónde se pone el foco de lo que se cuenta.

Tal y como Velázquez pintaba el aire, eso es el estilo propio de un autor. Sus libros deben tener su propia atmósfera.

Obsesionarte con el estilo, solo te puede llevar a distorsionarlo.

Preocúpate de la concisión, no repetir y tener la máxima economía comunicativa y el estilo vendrá solo.

El estilo propio es la consecuencia de la depuración de tu escritura para llegar a su esencia.

Cómo-escribir-bien una novela
—Aquí está pasando algo. Llevo dos años levantando pesas todos los días y sigo siendo un titillas. Voy a tener que hablar con el autor o algo.

Lee en voz alta

Aunque parezca una estupidez, a veces, la única manera de saber que lo que has escrito se entiende bien es leerlo en voz alta.

Nuestro cerebro nos pone trampas constantemente cuando tenemos que corregir aquello que hemos escrito nosotros. De manera, que hay que buscar tácticas para conseguir que cuando corrijamos no suene a nuevo y podamos encontrar los errores.

Prueba y verás.

Corregir hasta que no puedas más

En realidad, como decía en el apartado del estilo. Cuánto más depures un texto, más esencia tendrá.

Cuando escribes algo la primera vez, el atolondramiento de la inspiración te impide que veas con nitidez aquello que estás haciendo.

De manera que la belleza de esa historia se irá perfilando en las siguientes correcciones. Cuando puedas ver con perspectiva el texto y profundices en él.

En la primera corrección, ve buscando qué falta, dónde puedes incidir más o qué tema se ha quedado sepultado entre la trama. En las siguientes correcciones ve modelando todo esto, con pinceladas bien elegidas.

Cuando corriges es cuando te pones en línea con lo que quieres contar en ese texto, buscas la originalidad y expresas todo aquello que tienes en la cabeza, Y de ninguna manera te va a salir a la primera.

Buscar la telepatía con el lector

Escribir bien es tratar de que eso tan único y original que hay en ti pase de manera los más directa posible al lector.

Casi como si fuera telepatía. Entonces, percibirá lo genuino de aquello que le quieres transmitir.

Por eso debes escribir tus obsesiones, algo que quieres entender o desmenuzar, un sentimiento sin gestionar o un conflicto incomprensible. En esos hilos sutiles que ligan esa idea a tu cabeza y a la de nadie más, se encuentra la verdadera esencia de tu escritura.

Porque, en el fondo, hay sentimientos, situaciones y formas de vivir universales, pequeños resquicios en los que tu originalidad es igual a una parte de otra persona en la que nunca ha reparado.

Ese descubrimiento de lo propio desconocido en lo ajeno es la verdadera belleza de una obra. Eso es lo que tienes que buscar continuamente.

De manera que antes de pensar en buscar un público objetivo jugoso, piensa en esa idea y a qué publico le interesaría y comienza a trabajar por ahí.

Primero la idea, luego el público. Si lo haces al revés, tal vez, consigas escribir con corrección, pero nunca tendrás la magia de los grandes autores.

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